Yo quiero ser como Serpico
Uno de los puntales del thriller policiaco de los 70 es esta maravilla dirigida por Sidney Lumet. Pacino, antes de exhibir por doquier sus numerosos -y fascinantes- tics futuros, elabora un personaje que se gana las simpatías del espectador desde los diez primeros minutos de película. Frank Serpico, joven italoamericano -como no- es un hombre idealista y que no da su brazo a torcer frente a la corrupción del departamento. De caracter abierto y desprejuiciado, su talento como poli de calle se ve ninguneado por unos superiores que lo valoran por su aspecto hippie y desmañado (un superior le acusa de hacer felaciones a otros policias en los lavabos de la comisaría): el deterioro moral de Frank se va haciendo más acusado, a lo que ayudan las maneras esquivas de perro apaleado de la interpretación de Pacino.
La narración es concisa, clara y seca, poderosa. El personaje, eterno: Serpico se queda contigo tiempo después de que acaben los títulos. Una historia de valor y coraje como ninguna, alejada de todo sentimentalismo, y un policiaco alejado de convenciones. Atención a las relaciones sentimentales del protagonista con dos mujeres, a lo largo del tiempo que abarca la historia: su forma de seducirlas, de tratarlas, (impagable la escena del jardín terraza) hablan de la dignidad y la nobleza, el encanto y el poder de seducción que el actor imprime a todo lo que toca.
Y sí, quiero ser como él: me compraré un gorro, me dejaré barba y caminaré aún más encorvado, aumentaré mi cascarrabiosismo en un 300 %, hasta hacerme ya directamente insoportable.... ¡Serpico, mira lo que me has hecho!