EL ULTIMATUM DE BOURNE
Vaya vaya, pocas veces tiene uno la oportunidad de hablar de seguido de dos maravillas como Ratatouille -la semana pasada- y ahora el Ultimátum. La película, que todo el mundo me conoce sabe que esperaba como un poseso, llegó y con ella llegó el escándalo. Y no es por que la mismísima Duquesa de Alba viera la película junto a mí en el cine (acentuando el efecto temblorcillo de la magistral cámara de Greengrass, convirtiendo el film en casi una experiencia interactiva: solo faltaba Bourne dandome collejas para hacer un ríase usté de las tresdé). Lo que tenemos aquí es un dueto magistral junto con la anterior El mito del 2004, que pese a ser un poquito más mecánica -debido a la necesidad de poner el acento en las magistrales persecuciones que se convirtieron en marca de la casa-, configura la mejor ración de cine que un subnormal como yo podía esperar. Dos horas de glorioso entretenimiento, un film que navega entre la intelectualidad estructural de un guión con recovecos, y la visceralidad de unas escenas de acción que pasan, todas y cada una de ellas, a la historia: ese larguísimo encuentro de Bourne con un plumilla impaciente en la estación de Waterloo, la enorme, fascinante, laberíntica persecución en Tánger (y la pelea con la que culmina: atención al uso que Bourne hace de los libros), o el tremendo encuentro de éste con la poli en Nueva York al final (uno de los pocos peros que se le puede poner al film, la sensación leve de deja vú que desprende esta misma, respecto al anterior film)...
La obra, y digo bien, obra, goza del pulso ajustado de las anteriores, pero claro, deja a la de Liman en calzoncillos gracias a la intensidad que Greengrass inyecta en el film. Fijaos arriba en ambos, fijaos, como saben la bomba que tienen entre manos...Enérgico desde el segundo cero hasta el último, sorprendentemente tenso (repito: Waterloo), siniestro, espectacular, El ultimátum sobresale tanto entra la mediocridad Hollywoodiense que me dan ganas de hacer lo que debería hacer hace mucho, mucho, buscar nuevos cines (y no, no me refiero a cambiar multisala).
La música de mi admirado John Powell sobresale de nuevo: escuchad el corte Tangiers y notareís como se os erizan los pezones. Y atención a la filigrana narrativa que se marca el amigo Greengrass -al que un servidor pudo ver tranquilamente paseando por la calle Virgen de los Peligros hace pocos meses, mientras rodaba escenas del film-: la mayoría de El ultimátum, o sus dos primeros actos, estan insertos cronológicamente dentro de El mito, de forma que si al final de ésta última parecía que Bourne había aceptado su pasado para comenzar desde cero, ahora resulta que no, que no es así, dejando para el final el último acto o desenlace de la magistral trilogía y poniendo el broche de oro de 24 kilates a la serie. Esta estructura viva, orgánica, la estética dura y espontánea de la que muchos renegaron en la segunda peli , no evita lo que muchos ya saben: que Greengrass en un narrador de la puta hostia y que pese a la avalancha de nombres, personajes y acciones que se suceden taquicárdicamente, pese a que algunos flojos de vientre necesiten biodramina para no marearse con la cámara en mano, la película se entendería perfectamente aunque fuera muda, de forma completamente intuitiva. En fin, otro puntazo para Mr. Damon, y van....