Dentro de David Lynch
¿De veras quieres saber lo que pienso?
Ése es el título de una de las obras expuestas a partir de hoy la fundación Cartier de París recoge la obra de uno de los artistas incomprendidos actuales. Sólo que David Lynch, de 41 años, no muestra esta vez su obra cinematográfica. En esta su primera exposición de pintura, fotografía, sonidos y otras piezas cinematográficas salidas de su imaginación, París se enorgullece otra vez de presentar a uno más de los marginados americanos recogidos con laureles en el extranjero."En Francia me siento como en casa. Francia apoya mis películas y además Francia protege a sus artistas".
"Pintar es el acto más bonito de la soledad". Ha sido el propio Lynch el creador de la atmósfera que preside la exposición "The air is on fire", que no podía ser otra cosa que un espacio opresivo y alienante, de fuertes tintes expresionistas, que trasciende el concepto de mera exposición para crear un pequeño mundo -por que pequeñas son las salas- donde se suceden imágenes de su memoria capturadas a lo largo de toda su vida en los más diferentes soportes y formatos. Lynch ha organizado una exposición en forma de laberinto configurado por telones y estructuras d emetal que introducen al visitante por un "bosque fantástico", como él mismo explica.
El aire amenazante, sórdido, macabro, profundamente neurótico que recorre sus películas encuentra su prolongación, o mejor dicho, su justificación, en la sucesión de dibujos que empezó a realizar desde niño en todos los soportes que encontraba: desde cuadernos a cajas de cerillas, posavasos, libretas de hotel, servilletas. Todo ello guardado y ordenado por Lynch durante más de 40 años.
"Hay que estar dispuesto a dejarse llevar por el mundo abstracto. Hay que querer perderse en él. Si no, se tendrá la sensación de frustración". A los seguidores de su trayectoria cinematográfica no debería sorprenderles la formación artística de Lynch, que llegó al cine sólo a través de sus estudios de arte iniciados en 1964. . Nacido en el Medio Oeste norteamericano, completó sus estudios de arte en Filadelfia, donde se sintió fascinado por las corrientes modernistas europeas, especialmente por los expresionistas más sombríos y pesimistas, por los alemanes que se sintieron abatidos por el nazismo y emigraron a Estados Unidos. Todos esos cruces de caminos se manifiestan en la exposición. Lynch es profundamente americano, y en ocasiones hasta de la América más palurda, pero también un dramático europeo. El resultado es un universo obsesivo y terrible, sólo aligerado en ocasiones por algo que se parece a la ironía. Mujeres desnudas sentadas con un revólver en la mano, o su serie realizada entre 1988 y 2007 sobre Bob, "un nombre con el que me identifico", en el que se vemos a Bob caminando o realizando el acto sexual, así lo atestiguan.