domingo, 9 de septiembre de 2007

Deliverance (Defensa)


Llevaba tiempo intentando ver Deliverance (Defensa), y por fín lo he conseguido. Y caray. Un verdadero hito del cine de acción y suspense, un thriller simplente impresionante dirigido con una seguridada digna de elogio. La acción sigue a cuatro amigos que emprenden el descenso en canoa del río Cahulawasse en los Apalaches. Ni que decir tiene que lo que parecía un fin de semana de relax y aventura, acabará tornándose en pesadilla cuando dos paletos locales violan brutalmente a uno de los amigos mientras obligan a mirar a otro -situación retomada por Tarantino en Pulp Fiction a partir de esta película-, haciendo que la respuesta de los cuatro tenga consecuencias insospechadas, dando pié a una segunda mitad que se inserta, y de qué manera, en el relato de supervivencia más clásico, para darle una vuelta de tuerca al final que supone una verdadera carga de profundidad para el género.

Esta incursión en el cine de acción y aventuras del inglés John Boorman puede catalogarse como tal, pero siempre a la manera seca, brutal, de los 70. Verdadera reflexión sobre la naturaleza de la justicia y la civilización moderna en oposición a la tan cacareada América Profunda (retratada con más humanidad pero sin concesiones en un momento aún pre-Matanzas varias de Texas) , pero también sobre el miedo (personalmente dudo aún que el personaje muerto por Jon Voight con su arco fuera uno de los culpables de la violación de Beatty, generándose aquí una terrorífica duda razonable que creo que sus autores no se molestan en despejar: quizá algún lector quiera dejarme un comentario al respecto), Deliverance sorprende por lo crudo de algunos de sus pasajes violentos, sucedidos de forma brusca, sin avisar: atención al deformado cuerpo de Drew (Ronny Cox) tras ser encontrado por sus amigos en el rio, a la muerte del violador, o simplemente, a las demoledoras consecuencias de los actos de los protagonistas, elemento éste que se aleja de todo intento de ligereza, muchas veces congénita al género en que se enmarca la obra. A éste respecto también cabe mencionar como Burt Reynolds desmitifica su clásico papel de héroe de acción de los 70 con un personaje más áspero, y que en la segunda mitad del film revela no tener todas las respuestas, teniendo Jon Voight que tomar la batuta de mando.

En añadidura a esto, cabe mencionar su reflexión sobre el choque de la naturaleza primitiva, primaria, -retratada con incalculable belleza por Vilmos Zsigmond,- con la actitud urbanita y civilizada, de los cuatro amigos (magistralmente retratados por Boorman en su diversidad). La estructura del film es simple y clara: una primera mitad prepara la tensión con escenas de gran naturalismo en las que podemos observar claramente que los propios actores descienden en canoa. Boorman va creando incomodidad en el espectador con un ritmo pausado y tranquilo, sabedor de que, por supuesto, algo va a pasar. Y cuando esto ocurre. pasamos a una segunda mitad en la que la situación estalla, dejando que surjan los instintos básicos de supervivencia de los cuatro amigos, todos ellos muy distintos entre sí, y que anulan cualquier atisbo de civilización, parece querer decirnos el film. Éste en todo momento, pese a su aparente simplicidad, huye del body count más convencional -en el que podía haber caído, véase cualquier producción de terror sobre la América profuda, como la excelente Las colinas tienen ojos, sin ir más lejos-, para construírse como un relato tenso y sin concesiones, una bomba de profundidad que constituye toda una sorpresa.